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#235 El lavado de pies

 


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Lectura: Juan 13:12-17

El versículo 12 revela que Jesús se había quitado su manto antes de agacharse para lavar los pies de sus discípulos. Ve lo que dice: “...después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho?”.

Ninguno de nosotros se habría salvado si Jesús no se hubiera quitado sus vestiduras celestiales para bajar al mundo y dar su vida por nosotros. Al lavar los pies de sus discípulos, Jesús lo demuestra y también nos deja un ejemplo.

Vivimos hoy en la condición de Laodicea, el último estado de la iglesia en Apocalipsis 3. “Yo soy rico, y me he enriquecido”, ella dice, “y de ninguna cosa tengo necesidad;” (Ap. 3:17). Y de hecho lo es, si consideramos los números, los templos y los logros de lo que se identifica como cristianismo. Pero el Señor le llama “desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”, y hasta le aconseja que compre oro probado al fuego, ropa limpia para cubrir su desnudez y colirio para poder ver.

De vez en cuando, estos discípulos fueron sorprendidos comparándose entre sí para ver cuál ganaría un lugar especial junto a Jesús. Ahora entienden que si quieren tomar un lugar al lado de Jesús en esta vida, tendrán que agacharse y lavar los pies sucios.

“Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió.” (Juan 13:14-16).

No necesitas mucho colirio para los ojos, para ver que Jesús no está hablando de agua y jabón. No está instituyendo un ritual, sino mostrando el espíritu con el que debemos actuar unos con otros. Cuando ves a altos dignatarios del mundo religioso, ricamente vestidos y literalmente lavando los pies de sus seguidores, puedes estar seguro de que esto no es de lo que Jesús está hablando aquí.

Ya vimos que el agua es una figura de la Palabra de Dios; que todo aquel que es nacido de nuevo ha sido engendrado por esa misma “agua” y está limpio a los ojos de Dios, y que nuestros pies están manchados por el contacto con la degradación del mundo. También vimos que Jesús descendió a lo más bajo para bendecirnos. Y entonces, ¿Cómo bendecir a nuestros hermanos? ¿Lavando los pies con un lavador y un poco de agua?

Jesús nos enseña a disminuirnos ante nuestros hermanos, y a aplicarles la vigorizante Palabra de Dios. Cada vez que llevas una palabra de exhortación, consuelo o edificación a alguien, con espíritu de humildad y mansedumbre, estás practicando el lavado de pies.

Pero hay una gran diferencia entre los pies lavados y levantar los talones contra Jesús. Eso es lo que veremos en los próximos 3 minutos.


Mario Persona es un orador y consultor de comunicación, marketing y desarrollo profesional www.mariopersona.com.br . No tiene formación ni título eclesiástico y no está vinculado a ninguna denominación religiosa, congregándose desde 1981 solo al Nombre del Señor Jesús. Este mensaje originalmente no contiene publicidad. Algunos sistemas para enviar correos electrónicos o RSS generalmente agregan mensajes publicitarios que pueden no expresar la opinión del autor.

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