Lectura: Juan 12:27-33
Aunque sin pecado, Jesús comparte los sentimientos humanos. En Juan 12:27 dice: “Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora.” ¿Quién podría haber imaginado que el Hijo de Dios vendría en carne para ser “Emanuel” o “Dios con nosotros” ? ¿Quién estaría hambriento, sediento y cansado, y estaría preocupado por la perspectiva de la cruz? La próxima vez que te quejes de que Dios no te ama, piénsalo.
En lugar de orar para ser librado de la muerte, Jesús ora para que el nombre del Padre sea glorificado. La respuesta es inmediata. Una voz del cielo dice: “Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez” (Juan 12:28). El nombre del Padre fue glorificado por la vida perfecta de Jesús en este mundo. Ahora sería glorificado una vez más por el sacrificio perfecto del Cordero de Dios.
El destino del mundo está sellado: los hombres clavarán a Cristo en una cruz en la mayor prueba de odio y rechazo contra el Creador. ¿Todavía crees en la humanidad y esperas un mundo mejor a través del esfuerzo conjunto de la sociedad? En la crucifixión, el esfuerzo conjunto de la sociedad unió a todos contra Jesús: religiosos, políticos y hasta ladrones.
El mundo es culpable de haber rechazado a Jesús. Los judíos, en particular, traen sobre sí mismos la maldición que pronunciaron en Mateo 27:25: "Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos " . Ha sido así desde entonces. Y Jesús advierte que "el príncipe de este mundo será echado fuera", declarando la victoria completa sobre Satanás. En la cruz, la cabeza de la serpiente sería aplastada por el calcañar herido de la simiente de la mujer, como Dios lo había prometido en el jardín del Edén.
Pero si Jesús murió y resucitó, y si Satanás fue derrotado, ¿por qué las cosas están como están y Cristo todavía no ha regresado? Dejaremos que Pedro responda en su segunda epístola:
“...pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos. Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:7-14).
Si aún no has creído en Jesús como tu Salvador, es la paciencia de Dios la que está reteniendo el juicio por tu bien. Tal vez seas el último pasajero al cielo. Si ya has sido salvado por Jesús, puedes estar aquí para testificar a los últimos que creerán.
En los próximos 3 minutos la luz está a punto de apagarse.