#215 Cristo, el centro

Lectura: Juan 12:1-3

El capítulo 12 del Evangelio de Juan abre una escena que representa bien la nueva vida en Cristo. Estamos de nuevo en Betania, en ese hogar donde Jesús se complace en estar, rodeado de Lázaro, Marta y María. Los tres nos ayudan a ver mejor lo que es tener a Jesús como el único centro de comunión, servicio y adoración.

Lázaro representa la nueva vida, vivida en comunión con Jesús en el poder de la resurrección. Antes era un hombre muerto, pero fue llamado para fuera de la muerte por Jesús. Ahora su placer es pasar su tiempo en la presencia de aquel que lo salvó.

Marta está ocupada en servir, pero no como la última vez cuando fue reprendida por hacer del servicio el centro de su atención. En Lucas 10 dice que Marta estaba «afanada y turbada con muchas cosas.». Allí ella se quejó por tener que hacer todo sola, mientras que María estaba a los pies de Jesús, escuchando su palabra. El Señor la reprendió, entonces, con estas palabras: "Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada." (Lucas 10:40-42).

Ahora, en nuestro capítulo, Marta, que vio resucitar a su hermano, también sirve en novedad de vida. El centro de su atención ya no está en el servicio, sino en el Señor a quien ella sirve. Ella aprendió a ocuparse de Jesús, y sólo con él.

María sigue a los pies de Jesús, pero ahora no está allí como alumna, sino como una mujer adoradora. Ella vierte un perfume muy caro en sus pies y los limpia con su cabello. Por muy importantes que sean el servicio y el aprendizaje, el Padre no busca siervos ni alumnos. El Padre busca adoradores que lo adoren en espíritu y verdad.

Pero no hay adoración real si no se centra en el fundamento de la obra de Jesús: su sacrificio en la cruz. Él mismo enseña esto diciendo que lo que María hizo apunta a su muerte. En el cielo, los salvos adorarán al Cordero que fue muerto, y con su sangre compró para Dios a hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación. En la tierra, la máxima expresión de adoración está en "Haced esto en memoria de mí" (Lucas 22:19). En la cena, el pan y el vino son un retrato del cuerpo y la sangre de Jesús sacrificado. Pero incluso allí, no son el pan ni el vino el centro de atención, sino lo que representan: Jesús en su muerte.

Cuando Jesús curó enfermedades o multiplicó los panes, fue seguido por multitudes interesadas en la buena salud y la barriga llena. Pero cuando se trata de adorar, vemos a estos tres hermanos en su presencia, teniendo a él como el centro de atención. ¿Qué te atrae? ¿Un predicador elocuente, una banda afinada, un espectáculo milagroso... o solo Jesús?

En los próximos 3 minutos Judas cambia a Jesús por los pobres.