Lectura: Juan 11:45-48
Cuatro días antes de la escena que acabamos de ver en la tumba de Lázaro, los discípulos de Jesús le aconsejaban no volver a Judea para no ser apedreado. Jesús respondió revelando que Lázaro ya había muerto y que iba allí para resucitarlo.
El añadió que era bueno no estar ahí cuando Lázaro estaba enfermo, pues podría sanarlo. Al permitir que la muerte se lleve a su amigo, Jesús daba a sus discípulos la oportunidad de creer en él, no sólo como el Mesías de Israel, sino como Dios mismo encarnado, el Señor de la resurrección y de la vida.
¿Has visto que el texto menciona a Tomás después de esa breve lección sobre creer? Tomás es conocido por su incredulidad, pero el versículo 16 le da un voto de confianza, diciendo: "vamos también nosotros para que muramos con él". Tomás amaba al Señor hasta el punto de estar dispuesto a morir con él, y el Espíritu Santo estaba dispuesto a registrar esto en las páginas sagradas.
El Señor conoce nuestras debilidades, pero no deja de reconocer que lo amamos. Él no busca superhombres y supermujeres, sino seres humanos como tú y yo, con fracasos, dudas y temores. Sin embargo, el amor echa fuera el temor. Vivimos confiados cuando entendemos cuánto Dios nos ama. Pero ¿cuánto Dios nos ama?
La respuesta es sencilla: la medida del amor de alguien está en el valor de lo que esa persona está dispuesta a dar como prueba de ese amor. "De tal manera amó Dios al mundo, que dio a su único hijo" (Juan 3:16). Esta es la medida del amor de Dios por mí y por ti. Si tienes un hijo, seguramente preferirías morir que entregarlo a la muerte. "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros" (Romanos 5:8).
La resurrección de Lázaro es el fusible de los eventos que terminan con la prisión y muerte de Jesús. Algunos que ven a Jesús resucitar a Lázaro creen en él y deciden seguirlo. A otros les gusta echar más leña al fuego que disfrutar de la compañía de Jesús. Ellos van corriendo a contar a judíos religiosos.
"Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio, y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales. Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación." (Juan 11:47-48).
Pobres judíos. Temen perder lo que los romanos ya les quitaron hace mucho tiempo. Aquí Israel es una nación invadida y tributaria del invasor romano. ¡Pobre incrédulo! Teme perder lo que Satanás ya le quitó hace mucho tiempo. Así como los judíos de entonces, cada ser humano es una nación invadida y tributaria del invasor de su mente y voluntad: el diablo.
En los próximos 3 minutos Dios usa al sacerdote Caifás para anunciar que un hombre debe morir por la nación de Israel.