Lectura:Juan 8: 33-36
Video: https://youtu.be/bOU-R8TC_7w
Cuando los judíos escuchan a Jesús decir que la verdad los hará libres, responden que nunca fueron esclavos de nadie, porque son descendientes de Abraham. ¿Por qué ofrecer libertad a alguien que nunca fue esclavo? Pero eran esclavos. Ellos simplemente no lo sabían.
Cuando era joven, traté de contarle a un amigo acerca de Cristo. Hacía poco que me había convertido, así que le presenté un evangelio que no era exactamente el evangelio de la gracia de Dios, que salva al pecador del juicio eterno. Hablé más de lo que Jesús había hecho por mí y lo insté a creer, para experimentar un cambio de vida.
Como yo provenía de participar con el esoterismo y el espiritualismo, di mi testimonio de la liberación de estas cosas y cómo mi vida se había transformado. También le hablé de casos de drogadictos, bandidos y prostitutas. No mostró ningún interés.
Para él, lo último que quería, era cambiar su vida. Tenía religión, familia, trabajo, todo lo que deseaba tener una persona normal y exitosa. Después de agradecerme mis buenas intenciones, sugirió que llevara ese mensaje a las personas esclavizadas con religiones falsas, vicios o prostitución, no a personas normales como él.
En este capítulo encontramos gente normal. Son judíos que pueden demostrar su linaje como pueblo de Dios, que profesan la religión instituida por Dios y que adoran en el Templo que Dios ha determinado. No están involucrados en drogas, robo o prostitución. Son personas honorables en su sociedad. ¿De qué exactamente quiere Jesús liberarlos?
Confiar en una buena vida, una religión y una condición social estable es permanecer esclavo del pecado y de Satanás sin darse cuenta. Ir a Jesús para garantizar una buena vida, una religión y una condición social estable es lo mismo. Jesús llama a estos judíos hijos del diablo, porque están siendo engañados por el padre de la mentira.
El capítulo 2 de Efesios dice que antes de convertirnos a Cristo, estamos espiritualmente muertos en nuestros pecados y caminamos de acuerdo con el curso de este mundo y de Satanás. Actuamos de acuerdo con los deseos de nuestra carne y pensamientos, y somos por naturaleza hijos de la ira, no hijos de Dios. Somos esclavos y ni siquiera nos damos cuenta.
Aunque Cristo puede cambiar la vida de alguien externamente, reducir la conversión a un cambio de vida es comprometer la esencia del evangelio. Un vicioso puede cambiar su vida a través del tratamiento médico, pero sin embargo será esclavo del pecado, de la carne y Satanás. Cristo no murió en la cruz para darte una vida justa, sino para liberarte del juicio y la condenación eternos.
En los próximos 3 minutos aprenderás algo de la fe de Abraham.
