Lectura:Juan 8:1-11
Mientras que el capítulo 7 del Evangelio de Juan termina diciendo que cada uno fue a su casa, el capítulo 8 comienza así: "pero Jesús fue al Monte de los olivos" (Jn 8:1). Es ahí que Jesús pasa la noche en oración. Los zorros tienen guaridas y las aves tienen nidos, pero Jesús no tiene ningún lugar para reposar su cabeza sino en los hombros del Padre.
Temprano en la mañana él estaba en el templo de Jerusalén, enseñando al pueblo. Tratando de hacer que Jesús caiga en contradicción, los escribas y fariseos traen a él una mujer "sorprendida en el acto de adulterio" (Jn 8:4). Ellos recuerdan que la ley de Moisés ordena que el adultero sea muerto por apedreamiento y quieren saber la opinión de Jesús.
Si él diría que la mujer no debe ser apedreada, ellos le acusarían de ir contra la ley de Moisés. Si apoyase el apedreamiento, estaría negando que es el Salvador, además de despreciar la ley del invasor romano que es el único que podía condenar a alguien a la muerte.
Mientras ellos hablan, Jesús escribe con su dedo en la tierra. Esta es la única obra de su propia mano escrita por Jesús de la cual tenemos conocimiento. Y fue borrado por el viento hace 2000 años. ¿Qué escribió? Nadie sabe.
Dios escribió con su dedo sobre tablas de piedra, cuando él dio la ley a los israelitas, y la ley no tenía el objetivo de salvar, sino de condenar. En Jeremías 17, Dios dice: "aquellos que se desviaren de ti tendrán sus nombres escritos en el polvo, porque abandonaron al Señor, la fuente de agua viva" (Jr 17:13). ¿estaría Jesús escribiendo los nombres de los que acusan a la mujer?
La ley de Moisés ordenaba que ambos, hombre y mujer fuesen apedreados. Al decir que la mujer fue sorprendida en adulterio, ellos se convierten en culpables de transgredir la ley por acusar solo a la mujer. ¿Estaría el adúltero entre ellos?
Ellos insisten y Jesús confirma que la ley debe ser aplicada y la mujer apedreada. Pero, el que esté libre de pecado tire la primera piedra. Con sus conciencias culpables ellos se apartan, empezando por los más viejos, con más carga de pecados y mayor reputación que mantener. Llegaron juntos, pero ahora se apartan uno por uno, cada hombre por sí mismo.
Sólo la mujer permanece delante de Jesús, el único sin pecado que puede apedrearla. Mas Jesús no hace eso, porque no vino a condenar sino a salvar. Un día volverá para juzgar, pero mientras tanto la palabra que Él tiene para el pecador es la misma que le dijo a la mujer: "Yo también no te condeno. Ahora vete y no peques más" (Jn 8:11).
Hoy el único lugar seguro para que se refugie el pecador es en la presencia de Jesús. Cuando te presentas delante de él en la condición de reo culpable y merecedor del juicio de Dios, ahí recibes el perdón y no la condenación. Entonces ¿por qué continuar huyendo de él como hicieron los fariseos?
En los próximos 3 minutos veremos por qué las personas huyen de Jesús.
Tick-Tock-tick-tock...
